Estuve en una especie de estado zombie desde el momento en que Rob me soltó y salimos del coche hasta que subimos al avión hacia San Petersburgo con escala en Ulan-Bator. En el avión me senté entre la ventanilla y Rob, que tenía a Kristen al otro lado (porque en los grandes vuelos, los asientos junto a la ventanilla son tres antes del pasillo). Casi enseguida caí dormida con la cabeza en la ventanilla, con lecciones de uso del salvavidas en lo que supuse japonés y ruso.
Cuando encendieron los motores la ventanilla empezó a vibrar mucho, y mi cabeza cambió de apoyo, caí dormida de nuevo en el hombro de Rob, que me tapó con la manta con ternura.
Me despertó la señal de cinturones apagándose. Miré a mi alrededor. Kris y Rob miraban a Steph, en la fila central, que discutía acaloradamente con una robusta azafata rusa que no parecía querer darse por vencida. Recordé la extendida creencia de que los rusos no eran muy dados a dejarse ganar por aquello de “el cliente siempre tiene la razón”. Suspiré.
-¿Qué pasa ahora?-pregunté a Rob.
-Creo que quiere que nos bajemos del avión-contestó Kris, sin dejar de mirar a Steph.
-¿Y qué problema hay si lo lógico es que bajemos si hemos llegado?-pregunté extrañada.
-Llegar, hemos llegado. Pero no a San Petersburgo-de repente recordé que el avión hacía escala en la capital de Mongolia.
-Pues bajémonos, ¿por qué no? Si igual volveremos a subir...-Rob y Kristen me miraron como dándome la razón. Kristen se levantó y le murmuró algo a Steph, que, dándose por vencida, asintió con la cabeza. Todos empezaron a recoger.
Kris se metió rápidamente entre la multitud que avanzaba en la cola para salir del avión, pero Rob no se escabullía tan fácilmente como ella y decidimos esperar a que el flujo de gente cesara. Él se sentó en el sitio de Kris y yo me pasé al de Rob. De repente una agradable fragancia me envolvió y reconocí sin dudas el olor. The Beat de Burberry para hombre. Estaba completamente enamorada de ese perfume desde los quince años, la edad que tenía cuando salió al mercado. Había sido el único perfume masculino que me gustó, además del perfume de mi padre. Me sorprendió sumamente el hecho de que Rob lo usara.
Me hundí en el asiento, aspirando el resto de aroma. Mientras por mi mente surgieron unos pensamientos sospechosos. ¿Por qué últimamente le prestaba más atención a Rob? ¿Por qué él se mostraba tan atento conmigo? ¿De verdad me gustaba o sólo sentía esos escalofríos porque llevaba mi perfume favorito?
Como era de esperar, al final bajamos del avión. Los demás ya nos estaban esperando.
Venga, vamos a buscar algo de comida-me sonrió Vanessa y me cogió del brazo.-¿Vienes, Zac?
-Eh...-Ness le había pillado cuando estaba a punto de sentarse y hacer el vago.-...¡vale!
-Eh, yo también quiero-sonrió Kristen y Rob fue inmediatamente detrás de ella.
-¡Vosotros no coméis!
-Nosotros tenemos el dinero-Vanessa elevó los ojos al cielo y caminamos juntos hacia la zona restaurantes.
-Bueno, ¿qué queréis comer, niños? ¿Comida típica de la región?-Rob señaló un puesto donde hacían girar un cerdo entero sobre una parrilla. Vanessa y yo pusimos cara de asco supremo.
-¡Ahí!-señalé el Natural Foods y Vanessa aplaudió mi idea. Corrimos hacia el local, y tras un par de minutos de cola, conseguimos sendas ensaladas.
-Pues venga, vamos a pasear por ahí-exclamó Kristen. Nos pasamos las siguientes dos horas paseando por el aeropuerto de Ulan-Bator, y cuando en una de las múltiples llamadas de megafonía distinguimos algo parecido a “San Petersburgo” salimos pitando hacia la puerta de embarque. Steph nos esperaba furiosa.
-¿Qué pasa? Si sólo han llamado para la puerta de embarque-jadeó Zac.
-¡¡Era la última llamada!! ¡Todos adentro!-exclamó Stephenie con los ojos a punto de salírsele de las órbitas y subimos al avión sin rechistar. En quince minutos de nada ya estábamos de nuevo en el aire, camino a San Petersburgo.
Volví a quedarme dormida con la cabeza en el hombro de Rob, respirando su sutil perfume.