26/6/09

1 - Cosas Raras Les Pasan A Los Famosos


Esto sucedió ante mis ojos de la noche a la mañana y no pude cambiar nada ni podría aunque quisiera. Solo pude observar en silencio maravillándome cada segundo de no estar muerta ya, recopilar esta historia de la que nadie sabe ni sabrá, una especie de memorándum que se vendrá conmigo a mi tumba y que seguramente no será descubierto jamás, o tal vez cuando me desentierren por causas que desconozco.

Del principio de todo este embrollo no sé mucho porque no estuve presente, pero por lo visto Stephenie Meyer estaba en lo cierto, ya que poco después del estreno de la última película de la saga Crepúsculo la escritora desapareció y nadie volvió a saber nada de ella. Bueno, yo la vi un tiempo después, pero aún no he llegado a esa parte, así que... La mujer desapareció y todo el planeta la estaba buscando. Un par de meses después la vieron en Portugal y la acogieron, aunque ella decía llamarse Katie Wheeler. Su familia y los protagonistas de las películas de Crepúsculo, amigos suyos, fueron a verla y nadie sabe qué pasó pero todos desaparecieron durante un tiempo y a los seis meses volvieron a los Estados Unidos como si nada, con la única diferencia de que no salían de casa ni para ir a los Oscar. Nadie encontró nada de sospechoso, excepto tal vez la revista Paparazzi, en busca y captura de famosos, que me mandó a mí, su reportera principal, a entrevistar a Rob Pattinson y Kristen Stewart, los actores protagonistas de Crepúsculo. Yo fui a sus mansiones alegremente, sin saber que me estaba metiendo en la boca del lobo, o mejor dicho, del vampiro.

Kristen me trató con educada frialdad, respondiendo a mis preguntas escuetamente, sólo precisando que se habían ido todos de vacaciones porque Stephenie les había hecho ver la manera en que malgastaban su vida. Hizo caso omiso de mis preguntas sobre la película que había dejado a medio hacer y prácticamente me echó de su casa, alegando que tenía que realizar unas llamadas.

Objetivo uno cumplido. Objetivo dos: Robert Pattinson.

Cuando llamé al comunicador con cámara que guardaba la verja de su residencia, Rob me contestó al momento, como si ya supiera que estaba a punto de llamar. Me respondió fríamente, casi con brusquedad, negándome la entrada hasta que le dije que venía de la revista más peligrosa para los famosos (en sentido figurado) de U.S.A. Un ligero pánico apareció en su expresión y me abrió el paso a regañadientes.

A diferencia de Kristen, Rob no me ofreció nada de aperitivo, ni de beber, solo exigió rapidez. Me apresuré a dictarle las preguntas y las contestó con rapidez y brusquedad, como si ya supiera lo que le iba a preguntar, mientras me miraba con un odio estremecedor, como si quisiera que me esfumara.

Me largué de su casa sin haber hecho todas las preguntas, ansiosa por huir del desprecio que se respiraba en el aire.

Aquella misma noche, estaba “fotoshopeando” las fotos que había conseguido hacerles a los actores, cuando me fijé en los ojos de Kristen. Eran violetas, sabía de sobra que sus ojos eran grises pero en la foto salían violetas. Pensé que sería algún error de la cámara y lo ignoré. Aun así, la curiosidad me comía por dentro y miré también los ojos de Rob. Eran negros, sin luz, sin tan sólo un reflejo del flash. Estaban vacíos.

Además, ambos estaban increíblemente pálidos y ojerosos, no parecía en absoluto que acabaran de volver de unas vacaciones de seis meses. Y no parecían tener emociones, eran completamente indiferentes. ¿Sería posible que...?

Sólo pensar en esa posibilidad me dieron escalofríos.

No, era imposible.

¿Lo era?

No hay comentarios: