Una sacudida me despertó. Me desperecé y decidí no dormir más, al contrario que el resto del avión, que dormía apaciblemente. Miré por la ventanilla y casi me quedo ciega: ¡el paisaje era totalmente blanco!
Jamás había visto tanta nieve junta. Miré a Rob. Tenía la cabeza hacia delante en un ángulo extraño y babeaba un poco. Me reí bajito y le eché la cabeza atrás para que después no le doliera el cuello, a lo que él respondió con una sonrisa en sueños, para después seguir babeando.
Miré mi reloj. De un momento a otro llegaríamos a San Petersburgo, y entonces... iríamos en busca de Dakota y Lindsay.
Me quedé dormida de nuevo.
…
Tras un correteo por el aeropuerto a por las maletas y demás, salimos al encuentro de la fría nieve. El gélido viento me daba bofetadas en las mejillas, haciendo que se me subiera la sangre al rostro y poniéndome roja. Los vampiros se reían a causa de aquello, que también le pasaba a Vanessa. Miré al gran reloj-termómetro y vi que eran las ocho y media de la mañana, y que hacía alrededor de -10º C.
Stephenie decidió abrir la boca y responder a mi pregunta mental en ese momento:
-Ahora tenemos que ir a un pueblo a las afueras de aquí cerca...-todos la miramos inquisitivamente.-Se llama Sosnovvy Bor. ¿Tú te has leído una serie de libros llamada Vampiratas?
-Sí...
-¿Te acuerdas de que usaban una especie de donantes?-a Steph le brillaban los ojos.
-Sep.
-Pues que sepas que Sosnovvy Bor es un pueblo de donantes... controlados como marionetas, podría decirse... ellos no recuerdan nada, pero todos los domingos hay un festín donde todos se ceban sin matarlos, claro... les sacan sangre hasta dejarles inconscientes y los devuelven a sus camas. Luego les echan un medicamento de su invención en la comida, para que no les falten glóbulos rojos. Pero claro, como los niveles varían semanalmente, les acorta la vida, aunque como rudos campesinos les gusta tener muchos hijos.
-Pero... ¿ellos no se dan cuenta de que todas las semanas tienen una marca en el cuello?
-¡Bah!-Stephenie hizo el gesto de espantar una mosca.-Ellos creen que la marca roja es una prueba de que pertenecen a la antigua familia millonaria de Sosnovvy Bor. Chorradas, claro.
-Estooo...-oímos a Johnny detrás, y nos dimos la vuelta.-¿Has dicho “millonaria”?
-El tesoro se perdió-aclaró Steph y Johnny puso cara de desilusión.
-Ejem...-todos me miraron.-¿Y cómo vamos a llegar hasta allí?
Steph abrió la boca y la volvió a cerrar, pensativa. Había dado en el clavo.
-No gastes energía, preciosa, que ya nos encargamos nosotros de eso-oí una voz gélida a mi espalda que me dejó más fría de lo que estaba. Me di la vuelta lentamente.
El hombre delante de mí era enorme. Se le notaban los músculos incluso a través del robusto abrigo de piel que llevaba, y era más alto incluso que Paulo. Yo era realmente enana en comparación con él. Tuve un escalofrío horrendo cuando clavó sus ojos en los míos.
Eran de un azul desvaído, casi blanco, cegadores como los ojos de los huskies siberianos. Su pelo, cortado al estilo cepillo, era rubio platino. Sus facciones eran claramente rusas. Los pómulos marcados, la frente de hierro y una boca pequeña y de aspecto delicado, que contrastaba y a la vez perfeccionaba su rostro, adornado con una expresión de regodeo.
-Sergei-susurró Stephenie, lívida.
-Gusto en verte de nuevo, linda-respondió el ruso sin rastro de acento. Steph frunció el ceño y Paulo se puso tenso.-Cuánto tiempo.
-Ya te digo. Ojalá no nos hubiéramos vuelto a ver nunca...
-¡Vladimir estará muy contento de verte!-exclamó Sergei alegremente haciendo caso omiso de Stephenie.-Sobre todo querrá continuar lo que empezó la última vez...
Steph no movió un músculo, mirando a Sergei fijamente hasta el punto de que él pareció amedrentarse ligeramente.
-¿Qué dice?-le susurré a Rob, que se encogió de hombros.
-Veo que no le has contado a tu camada la historia completa...
-¿Qué pretendes, raptando a Lindsay y a Dakota? ¿Quién demonios te ha mandado meter las narices en...?-saltó Kristen de repente, pero no pudo decir mucho porque Rob la sujetó con fuerza y le tapó la boca. Ella luchó unos segundos y se resignó a permanecer en los brazos de él.
-Más bien yo debería decir quién te crees que eres tú-replicó con calma Sergei acentuando la última palabra.-para dirigirme la palabra a mí-se señaló. Kris entrecerró los ojos con rabia.-Os venís todos conmigo pero ya.
Nos abarcó en un solo gesto, señaló hacia algún lugar en el horizonte y se dio la vuelta, haciéndonos señas de seguirlo. Ninguno de nosotros se movió.
-¿Por qué piensas que te vamos a seguir?-preguntó Steph con calma. Sergei se giró de un modo escalofriante, le sonrió y chasqueó los dedos. Diez mujeres vestidas de rojo oscuro aparecieron de la nada y nos rodearon. Una de ellas se aproximó a Stephenie y le sonrió. Llevaba un vestido más llamativo que el del resto de las vampiresas.
El viento le agitó el largo y rizado pelo de color castaño oscuro. La mujer tenía rasgos de gitana.
-Vamos, Steph-le dijo la tipa con una voz sorprendentemente intensa a juzgar del cuerpecito del que salía.-O ya sabes qué pasa.
-Sí, Olga-susurró Steph con evidente miedo y fuimos escoltados hasta una serie de coches grises con los cristales tintados. Nos subimos y salimos de San Petersburgo.