-Eh... chicas, hemos llegado... chicas, despertaos... ¡¡¡CHICAS!!!
-¡¡¡Aaaah!!!-solté un alarido tremendo y la mitad del avión se me quedó mirando.
-Kristen, ¿para qué gritas? Maldita sea, con lo bien que estábamos...-refunfuñó Dakota y se estiró como un gato en su asiento.
-Eso mismo...-dijo a su vez Vanessa entre bostezos. Zac la miró, sonrió, se sentó junto a ella y le dio un beso. Dakota puso cara de haber chupado un limón y se levantó, en busca de su mochila, en algún lugar debajo de los asientos. Yo cogí la mía y me levanté.
Todos salimos del avión en tropel. No sabíamos en qué parte del mundo estábamos, hasta que vimos el área de compras del aeropuerto...
Todos los locales tenían enormes carteles en letras que parecían chinas.
-Welcome to Tokio-se oyó una voz femenina por los altavoces.
-¿¿¿Tokio???
Dakota no se lo creía.
-Venga, vámonos de aquí. Chicos, id a buscar las maletas. Chicas, nosotras nos ocupamos de los coches de alquiler y las reservas de hotel. Nos vemos en la salida en quince minutos-nos organizó Stephenie y le dio un beso a Paulo, Kristen a Rob, Vanessa a Zac y Lindsay le dio un leve puñetazo a Johnny en el brazo, y todos rieron. Los chicos se fueron y Stephenie nos dividió en dos grupos.-A ver, Kristen, Lindsay, Dakota y tú-me señaló.-vais a alquilar tres coches. Es necesario que tengan los cristales tintados y que los tres sean de distinto color. Ah, y espaciosos. Robyn, Vanessa y yo vamos a hacer la reserva de hotel. Nos vemos en la salida.
Kristen nos guió hasta una caseta en la que había un cartel con coches relucientes. Dentro había una muchacha joven, de ojos rasgados.
-¿Desean alquilal un coche?-el acento de la chica casi me hace reír, pero me contuve por respeto.
-Tres, por favor-respondió Kristen.-Necesitamos tres coches con cristales tintados, que sean espaciosos y no llamen mucho la atención. Y que sean de distintos colores, por favor.
-Tles coches espaciosos, clistales tintados y de distinto colol. Enseguida-contestó con una sonrisa y empezó a teclear frenéticamente en su ordenador.
-¿Pol cuánto tiempo desean alquilal los coches?-preguntó la chica.
-Hum... Steph no me ha dicho nada...-murmuró Kristen pensativa y en ese momento sonó un móvil y Kristen respondió.
-...Me lo has dicho justo a tiempo, mujer. Adiós...-Kristen colgó y se apresuró a contestarle a la chica japonesa.-Veinticuatro horas, por favor
-Veinticuatlo holas... Muy bien, en veinticuatlo holas debelán tlael los coches al apalcamiento de nuestla emplesa, que está detlás del aelopuelto. Son...-la chica hizo cálculos y le dijo a Kristen cuánto debía pagar. Kristen preguntó que si podía pagar en dólares y ella dijo que sí, y la transacción estuvo completada en unos segundos. La japonesa le pasó tres papeles a Kristen.
-¿Dónde cogemos los coches?-preguntó Kristen amablemente.
-Les deben estal espelando en la entlada. Son un Fiat azul, un Citloën C3 lojo y un Toyota Land Cluiser glis. ¡Glacias pol alquilal nuestlos coches!
Kristen caminó con paso decidido hasta la salida del aeropuerto, con nosotras tres siguiéndola. En la salida ya nos estaban esperando los demás.
-Cuánto habéis tardado, chicas-sonrió Rob y Kristen le dio un beso en la mejilla.-¿Y los coches?
En ese momento un Fiat enano de color azul eléctrico apareció y un hombre también japonés vestido de traje bajó de él, con una llave en la mano, dudoso. Kristen caminó deprisa hacia él y le enseñó el papel, y el hombre sonrió y le dio la llave. A la señal de Kristen, los chicos cargaron el pequeñísimo maletero con una parte de las maletas. Cuando hubieron cargado la primera maleta apareció un Citroën C3 rojo. El proceso se repitió y se volvió a repetir cuando al fin vino un Toyota enorme de color plata.
Todos montamos en los coches desordenadamente. Stephenie cogió el Toyota, que por descontado era el más grande y con más aspecto de jefe. Kristen se apropió del Fiat y Vanessa del Citroën, que le favorecía mucho.
Guiados por Stephenie y Paulo, al final, en fila india y después de perdernos un par de veces (y encontrarnos con ayuda de los walkie-talkies) llegamos a un edificio imponente cuyas ventanas brillaban como diamantes, reflejando la luz del sol y de las luces de Tokio. Estaba amaneciendo, y los trasnochadores se mezclaban con los madrugadores, unos de ida y otros de vuelta. La ciudad de Tokio se caracterizaba por estar siempre viva, y en estos momentos se apreciaba con detalle.
Los mozos nos ayudaron a bajar el equipaje y montarlo todo en un carro (Rob se empeñó en llevar él la guitarra al ver como uno de los mozos la apartaba con descuido) y subimos todos, los mozos con el carro, Paulo y Stephenie en un ascensor y Rihanna, Lindsay, Rob, Kristen, Vanessa, Zac, Johnny, Dakota y yo en el otro. Lindsay le leyó el pensamiento a Stephenie y marcó el número de la planta.
Llegamos a una planta decorada muy ostentosamente. Los mozos nos guiaron hasta una puerta gigante que estaba al final del pasillo, y cuando la abrieron, todas las chicas, menos Lindsay y Kristen, soltamos un grito de asombro.
Era enorme. Era una especie de salón grandísimo decorado en un estilo entre occidental y oriental. Había sofás y tele pero también una mesa y cojines en el suelo, y unos preciosos cuadros de flores, posiblemente acuarelas, colgadas de las paredes. Era simplemente una preciosidad.
Los mozos dejaron las maletas junto a la puerta y se despidieron, dejándonos a solas.